¡Oh, San Jacinto, buen santo!
Fiel y eficaz protector,
ruega por nosotros a Dios,
que escuche nuestra oración.
Dedicado a las Misiones
con tal fuego predicabas,
rindíose a tus persuasiones
El más duro pecador.
Pues tienes con el Señor
un influjo poderoso
sé San Jacinto Glorioso
nuestro eficaz protector.
Encontró en tu valimiento
ayuda quién la pidió,
habla el mudo, vista el ciego,
el afligido sosiego,
y el difunto nuevo aliento;
Eras el medicamento
de todo mal y dolor.
Se dignó a bajar del Cielo
la Inmaculada María,
llenándote de alegría,
de dulzuras y consuelo,
era todo tu desvelo
obsequiarla con fervor.
Corrido y avergonzado
del infernal enemigo,
queriendo haberlas contigo,
salió bien escarmentado;
El después de apaleado
llegó a cobrarte pavor.
Heridos de penitencia
a ti muchos acudieron,
y de repente se vieron
libres ya de su dolencia;
En la Divina presencia
tu ruego es de gran valor.
San Jacinto glorioso,
fiel y eficaz protector,
ruega por nosotros a Dios
que escuche nuestra oración.
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