Milagroso médico, San Blas,
Obispo y humilde eremita,
que lleno de júbilo,
que lleno de júbilo,
en el camino a la cárcel,
obrasteis prodigios y salvasteis
la vida de un niño que se moría ahogado
por una espina que tenía atravesada en la garganta.
Grandes curaciones obrasteis,
incluso en ganado y otros animales,
que enfermos se acercaban a vos,
para gran alegría y beneficio,
entre los más pobres campesinos.
Prodigios y sanaciones,
también ejercisteis entre los presos,
hasta el momento de vuestro martirio,
tortura y decapitación.
Santo patrono de las afecciones
de la garganta y laringe,
que se bendicen en vuestra festividad,
dadnos vuestra protección
para no enfermar de estos males,
y de ningún otro que amenace
la salud de nuestros cuerpos.
Dadnos también la gracia,
de vernos siempre de pecado,
para satisfacción y gloria de Dios,
Nuestro Padre Celestial,
hasta encontrarnos un día contigo,
y disfrutar de la gloria eterna.
Amén
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